Los analistas del mundo de la aviación arremeten contra Carsten Sphor, el máximo responsable de Lufthansa, cuyos resultados económicos son, como mínimo, mediocres. Los especialistas dicen que no hay quien entienda su estrategia, si es que existe.
En primer lugar, nadie comprende el lío de marcas con el que opera. Nadie sabe para qué sirve Discover, ni por qué crea ahora otra aerolínea regional, cuando todo el mundo, incluso los sindicatos, saben lo que pretende y le van a terminar por exigir la equiparación salarial.
En segundo lugar, le acusan del retraso de siete años en la modernización de las cabinas de sus aviones, asunto especialmente grave en las clases business y primera, hoy absolutamente caducas.
En tercer lugar, Lufthansa es la única aerolínea del mundo que opera masivamente con aviones B747, absolutamente ineficientes. Por algo es la última. Es verdad que en este tema tiene mucha culpa Boeing, cuyo 777X se ha perdido en el limbo y hay momentos en los que la gente duda hasta de que se llegue a entregar, pero un directivo de una aerolínea como Lufthansa no puede moverse sin un plan B. Es enteramente de su culpa haber retirado los A380, que ha tenido que sacar del ‘cementerio’ con un coste desorbitado.
En ese contexto, hay quienes dudan de que quedarse con ITA vaya realmente a ser negocio, por el conflicto de culturas: alemanes con italianos no parece la mejor fórmula.
Sphor, dicen los expertos, habla de su empresa como si fuera un analista externo, olvidándose que es el responsable. A ver si un día se pone de verdad al timón. Hoy Lufthansa parece una aerolínea de museo.
