Entre en cualquier portal de información y se encontrará con alguien despotricando contra las aerolíneas, sobre todo contra las low cost, muy especialmente contra Ryanair. Que si los precios, que si las maletas, que si el mal servicio, que si es la última vez que viajan con ellos, que esto es insoportable.
Muy bien. Puede ocurrir que una aerolínea sea muy mala y que la gente proteste. Es decir, que si nos atenemos a lo que dice la gente, Ryanair en primer lugar y las low cost en particular son un engaño, una estafa y con ellas pagamos más de lo que pagábamos antes a las aerolíneas legacy. Puede ser.
Sólo hay un tema que destroza todo este discurso: Ryanair en primer lugar y las low cost en conjunto son las más utilizadas de Europa y de España. Esto ocurre en rutas en las que no hay competencia, pero también en las que sí hay. Vean el Madrid Canarias, el Madrid Baleares, los Madrid Londres o Madrid Berlín, por citar algunos ejemplos.
De ser verdad todo el relato sobre lo malas que son estas aerolíneas, que podría ser, no cuadra que sean las más utilizadas. Incluso más, son las que más crecen.
En otras palabras: las legacy son mejores, no nos engañan y sus precios no son un robo, pero en los últimos veinte años han perdido el cincuenta por ciento del mercado que hoy está en manos de las low cost. Vean que en España ha ocurrido algo impensable: una aerolínea irlandesa se ha convertido en la líder, con diferencia, incluso teniendo nosotros una Vueling que ofrece un producto similar.
Algo falla en este discurso, desde luego. Y no es un aspecto menor lo que falla.
Porque no me querrán hacer pensar que el consumidor es tan incompetente como para comprar masivamente billetes en una aerolínea en la que es objeto de robos, malos tratos y engaños mil. Algunos clientes pueden haber que se dejen engañar, pero el tiempo siempre pone las cosas en su sitio y, en aviación, el sitio no parece ser el que predica la masa.