El principio que inspira esta decisión de envolver los aviones en plástico es, grosso modo, el que todo el mundo experimenta cuando intenta coger con las manos un pez: se resbala de forma que es imposible asirlo. De la misma forma, con ese plástico, la relación entre el avión y el aire se vuelve más escurridiza, el roce disminuye, el consumo de combustible baja y, por ende, las emisiones de CO2 se reducen.
El sistema se denomina “piel de tiburón” y Lufthansa ya lo está experimentando. Los aviones se envuelven en un material sintético que hace que los aviones sean más aerodinámicos.
La piel de tiburón se llama comercialmente AeroShark y se venía empleando en una docena de aviones de Lufthansa que en conjunto han empleado este sistema unas cien mil horas. La piel de tiburón en un sentido se desliza muy bien, pero en el opuesto es abrasiva porque tiene escamas con forma de V. Esa piel hace que los peces tengan una gran agilidad en el agua porque el roce es mucho menor.
Los científicos dicen que aún hay mucho que aprender de estas técnicas, pero lo que se sabe ya vale la pena.
Cuatro aviones Boeing de Lufthansa han sido cubiertos con este material y la aerolínea dice que en cuatro años cada avión ahorrará 8.300 toneladas de emisiones de CO2, equivalentes a 46 vuelos desde Viena a Nueva York. Lufthansa ahora añadirá doce B777de Swiss, un 747 de la matriz y cuatro cargueros 777.
Eva Air, de Taiwán, ha confirmado que quiere empezar a probar este revestimiento también en alguno de sus aviones para después decidir sobre el resto de la flota.