Cuando llueve intensamente como ocurrió esta semana en Mallorca, se produce un caos de magnitudes colosales. Todo se para y, realmente, a nadie le importa intentar buscar la normalidad. No hay incentivos en ello (Peligro extremo en Mallorca: desaconsejan realizar viajes).
Porque al final, toda la factura del desastre cae sobre las aerolíneas. Los ciudadanos arremeten contra ellas sin piedad. Las acusan de subir los precios, de complicarles la vida, y lo que haga falta.
Pero veamos el lado contrario. Las compañías ponen los aviones, los pilotos y todo para operar en tiempo y en forma. Y la lluvia lo estropea. No vayamos mucho más allá en este tema porque también nos podríamos encontrar ante otras cuestiones polémicas. Simplemente lo que pasó. Los retrasos y las cancelaciones generaron facturas. Estamos que no hay derecho a indemnizaciones, pero sí al pago de alojamiento y de comidas y traslados. Y todo a costa de las aerolíneas, justamente en un momento en que Mallorca no tiene ni una plaza libre.
¿Tiene sentido que sean las aerolíneas y no los taxistas los que asuman los costes de las lluvias? Quien dice los taxistas dice Aviación Civil, Enaire, Aena o la Agencia Meteorológica. Ninguno de ellos tiene responsabilidad, pero las compañías aéreas tampoco. Sin embargo, el legislador les dice: “ustedes pagan”.
Es comprensible que si la aerolínea no tenía el avión y la tripulación en su lugar, paguen, pero si lo tenían y la lluvia impidió volar, ¿qué culpa tienen? La factura, sin embargo, es para ellos.
Uno lee gente y gente indignada porque no les han resuelto el problema. ¿Pero las aerolíneas que culpa tienen de que haya llovido? ¿O de que se haya cerrado el aeropuerto?
Algo falla, evidentemente, en el reparto de los costes de los retrasos. Lo lógico es que los culpables paguen, pero para el legislador parece que lo más cómodo es que pague la compañía aérea, que es la que nunca puede escaparse de este entuerto.